
Y DIJO
QUE
SÍ

Anita y Álvaro
28 de junio de 2025
Segovia

TODO EMPEZÓ UN 22 DE SEPTIEMBRE DE 2020...

BUENO, técnicamente para el resto del mundo empezó 6 meses después – menos para la becaria de la oficina que les pilló antes de tiempo –. Trabajaron juntos durante 5 años y no fue hasta el tercero que Agüi se atrevió a dar el paso. Agüi siempre dirá que lanzó la flecha un par de años atrás. Lo que no sabía él, es que no fue ninguna casualidad que ella picara justo cuando él salió de Yellowstone y se cortó el moño.

Y fue un martes 22 de Septiembre, después de una laaaaarga reunión en Pólvora y en un ofrecimiento de seguir hablando “DE LA REUNIÓN” que, en tiempos de pandemia y bajo un toque de queda, elegir saltárselo era ya toda una clara declaración de intenciones.


Y hablando de lo divino y lo humano y mientras Anita le contaba todo sobre un nuevo chico al que estaba conociendo, Agüi decidió arrastrar la silla hasta él cuando dijo “llevo 3 años esperando a que mientras te hablo de otras mujeres, reacciones. Como veo que no lo consigo, solo me queda intentarlo así”. Y LA BESÓ. Y cuando dejó de hacerlo ella solo pudo contestar “nunca jamás me había sentido tan en casa”. (Por darle el toque melodramático que se merecía).
Pero tenían MIEDO. Miedo a poner en riesgo lo construido desde la amistad. Miedo al qué dirán. Miedo al trabajo. Miedos que, al fin y al cabo, solo eran eso. Después de aquella noche se hicieron una promesa para cerciorarse de si ese beso era fruto del deseo, del exceso de vino o de la confusión. “Mañana nada más despertarnos tenemos que escribirnos con una sola respuesta. SÍ, NO o NO SÉ”. Respuesta que contestaba a: nos la jugamos, no lo hacemos o no estamos seguros.

Durante todo este tiempo, nuestros antepasados han ido poniendo
también su propio post-it. Las generaciones pasadas de la familia de él, vividos en Cuéllar, celebraron grandes hitos de su vida en el Mesón
de Cándido. Nuestros bisabuelos y abuelos, grandes amigos sin nosotros saber, quisieron, algunos ya desde ahí arriba, que esto terminase así.
Mientras, los que siguen aquí nos recuerdan, cada día, el valor de la
familia y lo bonito de unir no solo nuestro amor, si no las historias
que le preceden que lo hacen, si cabe, más grande aún.

Y HOY, 4 años y medio después, con más de 18018201 sustos superados sin infartos de miocardio y 09381271 conciertos de micrófono soportados con el tímpano intacto, parece que han aceptado que ÉL siempre tardará más en arreglarse, que nunca llegará puntual, que ella tendrá que bailar cuando vaya a las reuniones familiares de él y que los Domingos se come pronto, que de vez en cuando ella encontrará los muebles cambiados de sitio porque a su marido le ha dado un trastorno obsesivo compulsivo y que ELLA seguirá cantando “Rosas” hasta que puedan hacerlo sus hijos, que nunca hace demasiado calor, que el chato no se perdona y que pase lo que pase, no hay nada que no arregle un buen vino – o Mila (psicóloga de los dos y cada día de más gente) – .

Al día siguiente Agüi a las 08.00 am, antes de ir al gimnasio, porque al principio todos vamos al gimnasio, le escribió un mensaje con un “SÍ”. Pero ella no contestó. Él llegó a la oficina cuando ella ya estaba allí. Lo hizo con la cabeza gacha, andando rápido y muerto de vergüenza, porque no había recibido ningún mensaje y allí estaba ella, sin ningún atisbo de flirteo. Y cuando ÉL se metió en su despacho se encontró con un post-it pegado a la pantalla de su ordenador en el que ponía “SÍ”.
Ella, desde su mesa, pudo ver su cara.
Y en esa cara vio que, sin él saberlo aún, no le quedaría otra que comer cochinillo el día de su boda.

Y sí familia, nos hemos aceptado. Hemos decidido elegirnos y hacerlo para siempre. Y eso nadie más que vosotros, sabe lo que merece celebrarse. Ya nos conocéis… No hay nada en esta vida que disfrutemos más que de todos vosotros. De la vida, que es preciosa, aunque a veces atice y de la compañía. Porque no hay felicidad que compartida no multiplique su valor.